Bien. Aplausos. Ahora dejémosnos de tweets, slóganes y obviedades.
Está claro que vivimos una situación de emergencia social donde hay mucha gente, cientos de miles, si no millones, que se encuentran en el abismo de la pobreza. No hay duda de que el Estado, que somos a fin de cuentas todos nosotros, tiene que ayudarles en la medida que se pueda. Pero todo no vale para argumentar y justificar todo.

En primer lugar: Estrategia. Visión a largo plazo. Dónde estamos y a dónde queremos ir. Objetivos razonables, realistas, cercanos a las circunstancias que se viven. Esa es la labor del político: navegar en la incertidumbre, sobre datos incompletos y contradictorios. Este Gobierno carece de una estrategia: modifica su rumbo dia a día, hora a hora, ministerio a ministerio. Por ejemplo, una renta básica universal, un salario social, o una renta anual garantizada pueden ser buenas medidas, pero solo si están dentro de una estrategia única, bien diseñada y, sobre todo, bien dirigida. Y, visto que en un tema más sencillo como lo es la organización de una estrategia de desconfinamiento limitado de niños, bien no hay estrategia, bien hay muchos vicepresidentes y ministros que la desconocen o la ignoran.

En segundo lugar: Planificación. Visión a medio plazo. Desarrollar los cimientos que sostengan la estrategia. Trabajo de tecnócratas. Esto es: que las medidas, acciones y leyes se encaminen inequívocamente hacia el objetivo fijado por la estrategia. Por ejemplo, una renta básica universal, un salario social, o una renta anual garantizada serán buenas propuestas si están alineadas con la estrategia, con el objetivo. Si, por el contrario forma parte de un paquete de medidas propagandistas, que no tienen absolutamente ningún vínculo entre sí, por muy buena intención que se haya puesto en ella, fracasará. El gobierno va anunciando medidas sin ton ni son, sin una mínima coherencia interna, como pollo sin cabeza: es cierto que alguna vez el pollo sin cabeza alcanza su meta, que es el puchero. Pero eso es excepcional.
Por último: acción. Hay decenas de ejemplos pasados de medidas aprobadas por gobiernos de todos los colores que acabaron en el más absoluto fiasco: el cheque-bebé, plan E… Ahora mismo el Gobierno ha emprendido tres proyectos que tienen una vertiente más electoral y de autobombo que de verdadero desarrollo social: las ayudas de las empleadas del hogar (solo 1/3 de ellas pueden beneficiarse de las ayudas), ICO para PYMEs (El Estado solo avala una parte del crédito y se lleva el 50% de los intereses, lo que frena la aprobación de los creditos por parte de los bancos) y las ayudas para el alquiler (muy difíciles de conseguir, si no imposibles). Si la renta básica universal, el salario social o la renta anual garantizada que propone el Gobierno va por la misma senda, acabará en el baúl de los fracasos. Y lo que es peor, obstaculizará la puesta en marcha de otras medidas que, más o menos ambiciosas, pero sí alineadas con una estrategia y planificación claras, podrían mejorar la situación extrema que muchas personas viven en este país.
No todo vale. No todo puede justificarse con un discurso bienintencionado. Es tiempo de políticos. Y no solo de políticos en el Gobierno. También hace falta políticos en la Oposición
[…] Estrategia, táctica y operación. La estrategia es el horizonte a largo plazo de lo que se quiere conseguir: metas realizables, sólidas, realistas. Para el diseño de una buena estrategia es necesario, sobre todo, un buen olfato político: saber discernir de todos los cientos, miles de datos, a veces contradictorios, cuál es la dirección que hay que trazar para alcanzar el éxito. Y esto es lo que diferencia un buen político de un buen tecnócrata: el político sabe navegar en la incertidumbre, sabe trabajar en escenarios complejos con información sesgada e incompleta. El tecnócrata es un especialista que tiene un conocimiento exhaustivo sobre un tema concreto. El político particulariza desde un saber generalista. El tecnócrata generaliza desde su ámbito limitado de conocimiento. En momentos de crisis, el gobierno debe estar llevado por buenos políticos y no buenos tecnócratas. Estos últimos deben aceptar ser desplazados a otras áreas de decisión política, como lo son el asesoramiento científico y el planteamiento táctico. España, sin embargo, ha cometido el error, no ya de dejarse aconsejar por técnicos (eso es necesario y obligado), sino de no ser capaz de traducir a la acción política los consejos más o menos certeros que estos ofrecían. O, como en el desgraciado caso español, con el ejemplo de Fernando Simón, estos expertos han sido fagocitados por la política y se han convertido en meros títeres del Gobierno, con todos sus defectos. Los políticos españoles han abandonado cualquier estrategia, cualquier dirección fija que sirva de referencia, y han basado todo su trabajo en tácticas dispersas, desparramadas e incoherentes. El pollo sin cabeza camina sin dirección. Pero camina. Y si, tiene suerte, incluso hay veces que llega a la meta, que en su caso es el puchero. […]
Me gustaMe gusta